¡Dispara!

PR5_171210/LUIS BAEZA Si hay algo que Capote y Kapuscinsky tienen en común es que se ataban bien las sandalias. Y esa necesidad de estar en el lugar de los acontecimientos –entre otras cosas- puede que los haya convertido en un paradigma del reporterismo. Y si bien ambos han sido criticados por su excesiva presencia (¿Nos dijo toda la verdad Kapuscinksy?) en el escenario de los hechos, lo cierto es que hicieron lo que ahora no se hace: estar.

Eso, precisamente, plantea Alfonso Armada en el aula de Periodismo de la Universidad Miguel Hernández de Elche. El periodista gallego trabajó para el País, el Faro de Vigo y actualmente anida en ABC. De todos estos lugares quizás haya sacado una conclusión que, como en los cuentos kafkianos, es una pregunta: ¿cuál es el lugar para los reportajes? Para empezar, es evidente que este “periodismo de largo recorrido” no tiene demasiada cabida en un periódico. Por eso y “tras largas batallas con los redactores jefes” que, en muchas ocasiones, no le publicaron sus trabajos se decantó por buscar otros formatos. Así, presenta su nuevo libro “Diccionario de Nueva York” y explica el  joven proyecto virtual FormatoD que, entre otras cosas, apuesta por la extensión y la profundidad de las informaciones.

Pero, ¿cómo ha de escribir el periodista? ¿Qué papel debe tomar en los acontecimientos? Kapuscinsky, raíz de uno de sus reportajes, llegó a tres conclusiones. La primera es que escribir supone exponerse a riesgos  y, por tanto, asumir las consecuencias.  La cuestión entonces es clara: el periodista no es el protagonista. Aunque, “a veces es necesaria la primera persona para que te sigan la pista”, explica el invitado de ABC.

¿Y puede cambiar la realidad el periodista? Esa es la segunda conclusión a la que llegó el corresponsal polaco: la palabra escrita puede modificar la realidad. Aunque, más que la palabra, la imagen. Tal y como explica Armada, la presencia de cámaras provoca que ocurran situaciones que no sucederían de otra forma. Esas “atrocidades escenificadas” producen un impacto que apela más a la emoción que a la razón. Es el peligro, en esencia, que corren las fotografías cuando van solas. El abuso de éstas puede provocar dramatismo y amargura y, por ende, anestesiar al lector. Es imprescindible, así, un contexto claro que ayude a la comprensión de la información.

Como consecuencia, información-entretenimiento-formación, se ven diluidas y aparece un nuevo concepto: el espectáculo. ¡Nada tiene que ver con el periodismo! Esa “faceta perversa”, explica Alfonso Armada, es la que ha tomado el grupo de comunicación Prisa que, en su denominación, emplea el término “entretenimiento”.

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